martes, 14 de septiembre de 2010

Unas vacaciones pasadas por agua


Parece el título de una comedia mediocre hollywoodiense, pero es también un buen resumen para lo que fueron mis diez días de estancia en la isla croata de Cres. Entre mucho mar y bastante lluvia, el sol se acercó tan sólo un par de días a dejarnos disfrutar de unos paisajes con la tranquilidad y la paz escritas no sólo en sus paisajes, sino también en el eslogan de la isla: No Stress in Cres  (Hágase notar que Cres en croata o esloveno se pronuncia Tsres).

Aunque el blog está claramente dedicado a Eslovenia, me permito dedicar este post a una parte de Croacia porque, en cierto modo, forma parte de la cultura eslovena. Eslovenia tan sólo disponen de una costa de apenas 40 o 50 km de largo, por lo que durante el verano se produce una auténtica avalancha de eslovenos hacia las costas croatas. 

Para empezar, ¿dónde se sitúa Cres? En Dalmacia del Norte, siendo junto con su vecina Krk, las dos mayores islas de las más de dos mil que salpican las costas croatas. 
¿Cómo llegar? La forma más barata y posiblemente rápida de llegar a la isla si viajáis a pie es el catamarán. En nuestro caso, viajamos a la villa que lleva el mismo nombre de la isla, núcleo principal de la misma y que posee su mayor puerto (entendamos que sigue siendo un puerto de una villa pesquera). A ella llega un catamarán diario desde la ciudad de Rijeka, situada en la península de Istria. El trayecto dura poco más de una hora y el precio del billete son 30 kunas, la moneda croata, que equivale a unos 4 euros (1 euro=7 kunas). También se puede llegar en autobús desde Rijeka, pero el precio es algo más de 100 kunas, por lo que el catamarán sale considerablemente más barato. El problema son los horarios, ya que tan sólo hay un trayecto diario en cada sentido. 
Para los que viajan en vehículo, incluída bici, es obligatorio tomar el ferry, pero ahí sí que no puedo deciros información demasiado concreta. 
Una vez llegados a la villa de Cres, no encontraréis en ella más que un hotel, pues el alojamiento es básicamente en apartamentos y habitaciones alquiladas. No es difícil, sin embargo, encontrar plaza, ya que en la misma oficina turística se puede conseguir alojamiento in situ. 
El apartamento que teníamos reservado resultó ser increíblemente bueno. Pequeño, pero a 10 metros de la playa, con una vista privilegiada de las puestas de sol sobre el mar adriático. Los dueños eran un matrimonio encantador que vive en esa casa durante todo el año, y durante el verano se muda al bajo y separa las habitaciones disponiendo todo lo necesario para los turistas. Tenemos la sensación de que esa gente vive de lo que gana con esos alquileres en verano el resto del año, ya que en una isla en la que viven apenas 3000 personas no hay muchas más oportunidades de trabajo fuera de la temporada estival.
La villa de Cres es la típica villa pesquera con sabor mediterráneo: alegre, colorida y con ese toque romántico que convierte en especiales las noches de verano, y en nostálgicas las de invierno. Y como tal, el protagonista gastronómico induscutible es el pescado. ¡Bendito pescado! ¡Cuánto te he extrañado! 
Por supuesto, nos permitimos uno de los días para ir a cenar a uno de los restaurantes de la villa y pedir el plato del mar para dos. He de decir que fue bastante decepcionante. El plato constaba de un par de pescaditos a la plancha, dos cigalas y unos pocos calamares y mejillones. El pescado era bastante sabroso pero en cuanto al marisco, los mejillones no tenían muy buena pinta cuando conseguías verlos a través de la lupa y las cigalas estaban un pelín cocidas demás. Lo siento pero, en cuanto a marisco se trata, en Galicia seguimos siendo los absolutos maestros.

La villa está llena de pequeñas capillas, iglesias y monasterios, como el monasterio franciscano que está camino de Grabar, y cuyas puertas están abiertas para las personas que quieran visitar los claustros y descansar en los jardines. 

El día anterior a nuestra vuelta a casa, por fin el tiempo nos dio una tregua y muchos de los barcos salieron a navegar, ya que en días de temporal o viento fuerte es común encontrarte con que el catamarán no circula. Decidimos, por tanto, aprovechar la ocasión para hacer una pequeña excursión en barco a una pequeña cala en la bahía de Cres, incluyendo la visita a la aldea de Valun. Estas excursiones son organizadas por los propios habitantes de la isla, que ponen sus barcos a disposición de los turistas, organizando rutas diarias variadas de 8 horas que incluyen visitas a la Cueva Azul, las aldeas de Valun y Lubenice, o las aguas donde nadan los delfines. El precio en las dos que preguntamos era de 250 kunas por persona, unos 35 euros, y con el precio tendréis también una deliciosa comida en el barco consistente en pescado o carne a la parrilla, ensalada y vino blanco (otra bebida si lo preferís). En la barca nos proporcionaron también máscaras y tubos de buceo para que pudiéramos disfrutar del fondo marino de la pequeña bahía. Aún a dos metros de profundidad, uno puede contemplar el fondo casi perfectamente sin necesidad de máscara alguna, por lo que con ella pudimos ver cada detalle aún a muchos metros de profundidad. El precio es más que razonable y he de decir que aquel pescado fue el más sabroso que probé en la isla. Fue una lástima que el clima no acompañase para más excursiones, porque es una manera estupenda de descubrir la isla y disfrutar de ella. 
El chico nos comentó que durante el invierno, debido al frío, están enfocando el turismo hacia actividades recreativas como la pesca, por lo que también es posible realizar excursiones con este  motivo durante las temporadas bajas.
La isla ofrece realmente muchas cosas que ver, y fueron demasiadas las que nos quedaron pendientes, en parte debido al mal tiempo, en parte debido a la falta de coche. Si no disponéis de coche pero sí de algo de dinero ahorrado, en Cres se pueden alquilar bicis, scooters, coches y barcos, por lo que no os será difícil moveros.

Arena de otro costal es hablar del carácter de los croatas. Cres es la segunda isla y, por tanto, el segundo lugar de Croacia que visito, junto con la ciudad de Rijeka en la que pasamos largas horas de espera en ambas ocasiones hasta la salida del barco. Anteriormente estuvimos tres días en el pueblo Pobljana, en la isla Pag. Tras mis dos estancias, la imagen que tengo de la hospitalidad croata tiene tantas cruces en la parte positiva como en la negativa. Si sobreviven es gracias a algunos de los isleños que guardan ese carácter alegre y agradable que suele caracterizar a los habitantes insulares, por que nos hemos encontrado con cada uno... Advierto que es muy común que en las oficinas turísticas os desinformen más que os informen, ya que en varias ocasiones la respuesta a preguntas que se supone serán contestadas en un lugar como este fue: "no lo sé". Después de que en Pag tardaran una hora y media en servirnos el plato de pescado que habíamos pedido y que a la camarera le costase hasta arrastrar los pies, mi conclusión es que son más perezosos que los andaluces (con perdón de mis compatriotas españoles, grandes conservadores de la siesta) y no es que no sepan, sino que no les da la gana de trabajar. 

Otra advertencia que debo haceros son los compañeros indispensables de viaje que deben ir en vuestra maleta si viajáis allí: 
- zapatillas de goma para el agua, pues aquí no hay playas de arena, sino de piedras. Y no son cantos rodados y suavecitos como podáis imaginaros. Croacia no tiene playas naturales, por lo que para adecuar el mar al baño de los turistas, se han dedicado a meter las rocas de la  costa en trituradoras para hacer las más pequeñitas y permitir el acceso al agua, por lo que las piedras son más bien afiladitas. Si sois de pies duros probablemente no las necesitaréis. A mi no se me olvidarán.
- Antimosquitos. Personalmente creo que tengo un tipo de sangre que les debe apasionar, ya que en los 10 días que pasamos allí a Urban no le picaron más que una vez y a mi me acribillaron literalmente. Pero atención, estos no son mosquitos comunes, ¡son mosquitos comando! No zumban, son silenciosos y lo peor, ¡inteligentes! Tras varios días de recibir picadura tras picadura, dedicimos cambiarnos de lugar a ver qué pasaba, si era que sólo atacaban aquel lado. Esa noche, picaron una vez a Urban. Una y no más (debe ser que su sangre no está muy rica) Esa noche yo no fui mordida. Al día siguiente los muy capullos debieron darse cuenta de que nos habíamos cambiado y volví a ser su plato principal.  Para colmo de males, mi cuerpo desarrolló una especie de alergia a su veneno y el pie se me hinchó y se puso negro. No es la única alergia, ya que ambas veces en mi estancia en las islas croatas tuve varios sarpullidos de granitos en la piel. Jamás en mi vida he sido alérgica a nada, por lo que intuyo que es algún tipo de mineral o planta que hay en la zona del adriático.

A pesar de las nubes, lluvia, los mosquitos comando, las alergias y los croatas bordes, la conclusión de nuestro viaje fue despedirnos de los dueños con un "hasta el año que viene", pues Cres nos dejó hambrientos de la isla y de todo lo que en ella podremos descubrir.

Catamarán
-Rijeka-Cres: 17:00 h
-Cres-Rijeka: 8:35 h

Apartamentos Croacia

PD: Estoy teniendo ciertos problemas con internet por lo que no he podido subir todas las fotos que quería, las subiré en otro momento =)

1 comentario:

Carlos dijo...

Igual te llevó para que fueras su "antimosquitos" :P