lunes, 13 de septiembre de 2010

Cuando la política mete las narices en lo que no le incumbe...

Aunque tras mis vacaciones os contaré muchas cosas interesantes sobre las costas croatas, la primera entrada postvacacional lleva rondando en mi cabeza desde el acto que concluyó el blog antes de irme. Con ese título abro la crítica, en el extenso sentido de la palabra, de la Inauguración del Teatro Nacional de Marionetas de Maribor al que tuve el honor (o deshonor) de ser invitada como acompañante de Urban, el diseñador de la identidad corporativa del mismo. 
Después de todos los merecidos halagos que dediqué al teatro en la entrada anterior, me duele en el alma tener que manchar su nombre, pero no puedo evitar hacerlo, al igual que las muchas personas que, indignadas, enviaron cartas a los diarios de Eslovenia el día posterior a tal acto de barbarie. 
¿Qué fue mal? 
Para empezar, deciros que el acto no fue organizado por el teatro en sí mismo, por lo tanto excluyo de toda culpabilidad a la dirección del mismo, sino por el alcalde de Maribor, quien ni siquiera fue el principal benefactor de las obras, costeadas por la Unión Europea. Pero las elecciones se acercan, y qué mejor momento que hacer propaganda electoral adjudicándose el mérito de un teatro que estaba ya creando expectación. Con tal motivo, el ayuntamiento promovió un acto inaugural en el que, al más puro estilo clasista, se dividió a los invitados en dos grupos: el grupo V.I.P, con los Ministros, Presidentes y demás espantapájaros que no habían tenido nada que ver en absoluto con el teatro, fueron acomodados en el salón principal, al calorcito y con todas las galas de un gran evento. En un segundo grupo, todo aquel que había tenido algo que ver con el teatro: artistas, actores, escritores, diseñadores y demás trabajadores, fueron guiados a un graderío metálico al aire libre, soportando el frío de la noche eslovena y la dolorosa actuación de un grupo de "artistas modernos" cuyo espectáculo todavía no sé como describir. No me gusta ser cruel con las críticas y no culpo a los pobres muchachos, cuyos actos no hubieran estado fuera de lugar en una clase de interpretación, sino a la persona encargada de escoger las actividades que formarían parte del opening. Creo que un grupo de jóvenes vestidos de negro, subiendo y bajando andamios no son lo más representativo de lo que un teatro de Marionetas ofrecerá. El broche de oro fue la minipantalla que proyectaba en el muro lo que estaba sucediendo en el interior, y los discursos nombrando los interminables políticos que allí estaban reunidos.
La decepción fue tal que, entre el discurso del alcalde y la tercera actuación de aquel grupo de artistas, más de la mitad de los presentes incluída una servidora, nos levantamos y abandonamos el lugar, congelados y absolutamente ofuscados con el trato recibido. 
Nos permitimos un rato más para visitar el teatro en el interior, del cual me quedó un buen sabor de boca, y soltar una risa sarcástica pensando en quién eligió como único menú del bufet pinchos de fruta fresca en una noche fría de verano. 
Mi rol tan sólo era el de acompañante, pero puedo imaginar cómo se sintieron las personas que se dejaron la piel para que todo estuviese listo para ese día, para que el teatro se convirtiese en un nuevo referente con sus obras, y fueron recompensadas con tal falta de respeto y consideración. Si éste es el trato que los políticos eslovenos dan a sus propios trabajadores, me pregunto cuál darán a los de fuera.
Desde aquí, os invito a los que visitéis Maribor a olvidar mis palabras y visitar el teatro, ya que una vez pasado el paripé político, tengo fé en que la dirección tome de nuevo las riendas y todo vuelva al estupendo futuro que se preveía para el mismo. 


Aquí os dejo un enlace donde podéis ver una fotogalería del evento.  Eso sí, no encontraréis fotos del exterior. Imagino que fue demasiado vergonzoso para mostrarlo. Lo único bueno de la noche fueron los fuegos artificiales, de los mejores que he visto, y por tanto, un derroche excesivo en opinión de muchos para un simple acto de inauguración.



FOTOS

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