domingo, 2 de noviembre de 2008

Bajo el reinado de la luz


Miércoles 22 de octubre de 2008


La primera vez que supe de ella, muchos años atrás, no hizo falta más que una imagen en papel para sembrar en mi un ferviente deseo de sentirme rodeada de su presencia en persona.
Hoy, que escribo estas palabras sentada en un robusto banco de la nave principal de la catedral de Colonia, he visto realizado ese pequeño sueño.


Es difícil decir si su visión decepciona o enamora, puesto que cuando mis ojos han contemplado sus interminables agujas de piedra, me ha embargado una sensación de majestuoso respeto aderezado de cierto temor que hasta ahora ninguna otra había conseguido.


Aterradoramente hermosa, se leventa sobre una plaza en la que nada ni nadie puede permanecer ajeno a ella. Su oscuro color tiñe los alrededores de la ciudad de un misterioso halo místico que resulta irresistible. En su interior, las innumerables vidrieras que compiten en grandeza y belleza no permiten que la vida que circula a ras del suelo pueda abrir cómodamente los ojos a su luminosidad. NO. Todo es lóbrego en su esplendor. Oscuro. Embriagador en su hechizante ritmo de columnas y arcos que se abrazan en las alturas, danzando un baile pasional del que el reino de las alturas nos permite ser expectadores de excepción. El reino de la luz. Aquel que se pasea caprichoso por sus ángeles y demonios, aquel que juega a sorprendernos, a embrujarnos como un travieso duende que corre entre la bruma invisible que él mismo ha creado para nosotros.

No hay comentarios: